Día de Evaluaciones


En el templo blanco se jugaba más que una semifinal: se medía el presente del Madrid y el futuro de su centro del campo. Mientras unos buscaban justificar su estatus, otros aprovecharon para enseñarlo. En una noche de prórroga, goles, y orgullo herido, Martín Zubimendi ofreció una lección de fútbol silenciosa pero demoledora, ante una afición que aplaudió a quien, quizás, debería vestir de blanco cuanto antes.

Ayer, 1 de abril, se celebró en el Santiago Bernabéu la vuelta de semifinales de la Copa del Rey entre el Real Madrid y la Real Sociedad. Los merengues, con un gol de ventaja obtenido durante la ida en San Sebastián, venían de un partido mediocre y polémico contra el Leganés en ese mismo escenario. Los donostiarras llegaron a Madrid con su primera victoria en Liga después de varias jornadas dominadas por empates y derrotas. Se esperaba, pues, por parte de sectores de la prensa y una buena porción del madridismo, que los de Chamartín pasaran holgadamente frente a los txuri-urdines. Se llegaron a dar porcentajes tan contundentes como 90-10 o 70-30. De los pocos precavidos fue el exfutbolista Hipólito ‘Poli’ Rincón, quien decía que no se fiaba ni de la Real ni del Real.

Pues bien, acertó de pleno. Aunque el Madrid entró dominando el partido, un cambio en el timón del juego de la mano de Martín Zubimendi hizo que la Real revirtiera el dominio de la posesión, y con ello, llegó el gol de Ander Barrenetxea en el minuto 16. Aunque Endrick reparó ese daño poco más de diez minutos después, la noche no auguraba sencilla para el conjunto local. Aunque hubo ocasiones claras para ambos, la Real Sociedad fue el equipo que más derroche físico y sacrificio mostró en el juego, gracias a la libertad en los laterales y a la falta de atino entre el centro defensivo del campo madridista y su defensa. Esta tónica continuó durante todo el partido, llevando el encuentro a la prórroga, que se saldó con un gol de Rüdiger en los últimos minutos de la segunda parte. En el resultado global, el Madrid ganó 5-4 a una Real que demostró garra y una mentalidad indestructible durante los 120 minutos.

Aunque el encuentro fue apasionante, cuanto menos, había muchos objetivos puestos sobre varios jugadores de ambos equipos. Por el lado madridista, Alaba, Camavinga, Lunin y Lucas Vázquez se encontraban en el alambre, mientras que otros como Tchouaméni y Endrick estaban en el grupo de observación.

En el caso de la Real, solo había un único nombre: Martín Zubimendi. No se sabe si es casualidad o no, pero en las últimas semanas se ha ampliado más información sobre el interés del Real Madrid por el de Ategorrieta-Ulia y las intenciones del conjunto blanco en el mercado estival previo al Mundial de Clubes que tanto desean ganar. Para quienes no estén al tanto, se puede resumir en unas intenciones claras de negociar su cláusula de 60 millones de euros con la Real Sociedad, usando alguna de las bazas con jugadores; y si esto no es posible, depositarían esos 60. El obstáculo del Madrid es el Arsenal de Arteta, que lo tiene entre ceja y ceja y no tendría problema en pagar los 60 millones enteros. Sin embargo, hay truco en esta operación, porque la decisión final no la toma la Real, sino el propio jugador, el cual, según cuentan varios medios de comunicación, da prioridad al Real Madrid, ya que le convence su proyecto deportivo y su ambición concuerda con la del Bernabéu.

¿Quiénes aprobaron el examen?

Del Madrid, solo Endrick superó la evaluación con nota. Tchouaméni aprobó muy justito, y el resto suspendieron con todo. El primer gol de la Real viene de un fallo de Lucas, el cual ofreció una autopista a Barrenetxea en esa jugada. El segundo y tercer gol de la Real no vinieron de jugadores txuri-urdin, sino del propio Alaba, que hizo un partido nefasto, utilizando un tono optimista. Camavinga demostró que, si quiere, puede, pero su falta de espíritu, sacrificio y de astucia a la hora de cortar, llevaron al cuarto gol de los donostiarras. Lunin no es ni el espejismo de aquel que asombró al mundo en el Etihad de Mánchester.

De la Real, aunque las estadísticas le dan una nota de 6.9, Zubimendi probó la razón por la que el Madrid lo quiere: es el metrónomo constante del equipo para el que juega. Solidez y superación en el juego al centro del campo del Real Madrid. El pase que inicia el primer gol de la Real lo dio él, un envío preciso hacia Barrenetxea que, aunque contó con un leve toque de Pablo Marín que favoreció la jugada, nació de su lectura brillante del juego. Ese solo gesto recordó a los pases quirúrgicos de un tal Toni Kroos: directa de sus botas a las del peligro. Durante el partido dejó varios pases que asombraron a más de uno en la afición madridista presente en el Santiago Bernabéu, por su precisión milimétrica y su capacidad para romper líneas. Demostró visión, compromiso, jerarquía en la organización y, cuando sus compañeros no le hacían caso, vinieron los goles del Madrid. A pesar de un golpe por parte del árbitro en la rodilla, derrochó sacrificio durante los 120 minutos. Es un todoterreno que, en manos de un tío como Antonio Pintus, sería inquebrantable. Tuvo dos ocasiones de gol claras, se le veía con ganas. Todo aquel que vio el partido en el campo quedó prendado de su calidad, inteligencia en la salida de balón y organización del equipo, que son algunas de las taras de los merengues en este curso. Si el Madrid no lo ficha, estará dejando escapar a lo más cercano que hay a un Rodrigo Hernández y que en el Bernabéu puede brillar. Le han observado y puesto bajo mil pruebas en los últimos años: Champions, Eurocopa, titularidad de la Selección… En todas ha aprobado con nota. Ayer le dio una lección a Tchouaméni de que no todo es ser físico si no utilizas tu inteligencia para saber dónde derivar el juego. Ese es el fallo de Aurélien, y esa es la virtud de Martín.

Más cerebro, menos físico

El Real Madrid pasó de ronda, sí, pero lo hizo con más sufrimiento del esperado y dejando muchas dudas sobre su fiabilidad defensiva y el nivel de algunos jugadores clave. Mientras tanto, la Real Sociedad salió reforzada en lo anímico y competitivo, dejando una imagen de equipo valiente, intenso y con argumentos futbolísticos sólidos. Martín Zubimendi fue el símbolo de esa resistencia: inteligencia, liderazgo y fútbol en estado puro. Si el Madrid no se decide pronto, puede perder a un mediocentro que no solo domina en los partidos grandes, sino que parece hecho a medida para comandar el futuro del Bernabéu.


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